por Roberto Hilson Foot
Las exportaciones en la década del noventa habían encontrado un techo que no había sido posible superar en torno a los 25/26.000.000.000 US$. En 1996 se exportaron bienes por 23.800.000.000 US$ y luego de dos años 1997-98 en que el monto de las exportaciones fue de algo más de 26.400.000.000 US$, en 1999 se retrocedió a un monto de 23.300.000.000 US$. Para 2002 el valor de las exportaciones era de 25.600.000.000 US$. Como problema adicional a lo largo de esa década la mayor parte de las balanzas comerciales anuales fueron deficitarias con la sola excepción de los años 1995-1996 con un superávit de alrededor de 900.000.000 US$ entre los dos años. En 1994 se había registrado un déficit de 5.800.000.000 US$ y en 1998 el mismo había sido de 4.900.000.000 US$. Un país endeudado, combinaba en los noventa los déficit fiscales, apenas atenuados por la política de liquidación de los activos (no los pasivos) del estado, con los déficit de balanza comercial y de balanza de pagos lo cual solo podía ser compensado por mayor endeudamiento, situación que implicó la duplicación de la deuda externa en apenas diez años. A partir del año 2003 el aumento de las exportaciones fue muy significativo, con un monto ese año de 29.500.000.000 US$, llegando a 34.400.000.000 US$ en 2004 y superando la barrera de los 40.000.000.000 US$ en el año 2005. Para el 2008 antes de la crisis internacional se exportó por 70.000.000.000 US$ o sea multiplicando por tres el monto exportado en 1999. En diez años la argentina había logrado triplicar sus exportaciones, mientras escuchamos de parte de muchos nostálgicos defensores del libre mercado la tontería de “que estamos aislados del mundo”. Era indispensable además contar con superávit que permitiera acumular moneda extranjera para enfrentar los pagos de deuda. Las importaciones debían ser inferiores a las exportaciones y el superávit de balanza comercial debía permitir un margen lo suficientemente holgado como para cancelar deuda y mantener la política de desendeudamiento acumulando además reservas.
Los montos de las importaciones nos indican valores altos en relación con las exportaciones a lo largo de la década de los noventa con oscilaciones entre 22/23.000.000.000 US$ y los 28/29.000.000.000 US$ generando un constante y pernicioso déficit entre 1992 y 1999 con la sola excepción de los exiguos saldos positivos de los años 1995-1996 que habíamos mencionado anteriormente. La caída en las importaciones fue muy brusca a partir de la recesión de 1998-2002, de la crisis económica y social de esos años, del default y la devaluación de 2001-2002 y recién comenzaron a recuperarse a partir de 2003-2004. Este último año se importaron bienes por un valor de 21.100.000.000 US$ con un superávit de 12.700.000.000 US$. En 2009 en plena crisis mundial el gobierno Argentino logró mantener ese superávit de balanza comercial en 13.100.000.000 US$.
Además de la omnipresente tontería del “estamos aislados del mundo”, con frecuencia desde sectores nostálgicos del neoliberalismo y de la dictadura militar se contrasta a la Argentina con los modelos “serios y exitosos” de Chile y Brasil lo que constituye algo sorprendente pues bajo los gobiernos de Nestor y Cristina Kirchner la tasa de crecimiento del P.B.I. duplica y hasta triplica en números redondos a la de estos países. Recordemos que la Argentina creció 8,8%, 9,0%, 9,2%, 8,5%, 8,7% y 6,9% entre 2003 y 2008 por lo que con razón han sido descriptas como “tasas chinas”, mientras Chile creció a una tasa media de entre 4 y 5% o sea la mitad del crecimiento Argentino y Brasil experimentaba un crecimiento promedio de alrededor del 3 % en este caso un tercio del Argentino. Si tomamos los datos de Chile podemos constatar que el P.B.I.per capita creció en las estimaciones más optimistas desde los 7269 US$ en 2005 a unos 10.000 US$ en 2009, mientras Argentina a un ritmo mucho mayor pasó de 2732 US$ en 2002 a 8262 US$ en 2008. Con respecto al P.B.I. per capita de Brasil se nota un crecimiento muy inferior al argentino, creciendo desde un monto algo por encima de los 7000 US$ per capita en 2003 a unos 9500 US$ en 2009 lo cual es ostensiblemente inferior al de nuestro país, que logró recuperar a un ritmo de casi 1000 US$ por año en el P.B.I. per cápita durante las gestiones K, el retroceso acumulado en varias décadas y llegando muy probablemente en el año 2010 a recuperar los primeros lugares en el ingreso per cápita de América Latina. Si recordamos que el crecimiento del P.B.I. de Brasil de 1,1% en 2003, 5,7% en 2004, 2,9% para 2005, 3,7% en 2006 y algo más del 5% para 2007 vemos que ha sido muy inferior al crecimiento Argentino, permitiendo a nuestro país volver a estar entre los mejores ingresos per cápita de la región. Asistimos por tanto a una recuperación de la Argentina que logra reposicionarse positivamente en el contexto latinoamericano luego de largas décadas de decadencia. Además en términos de exportaciones Chile y Brasil han sido tomados como modelos contrafácticos utilizados por la oposición neoliberal para contrastar con los resultados de los gobiernos k. Estos países han logrado en números redondos triplicar en ambos casos sus exportaciones a lo largo de la última década, con la clara excepción del año 2009 por la crisis internacional. Lo notable es que estos resultados son apenas ligeramente superiores a la tasa de multiplicación de las exportaciones argentinas, pero debemos hacer notar que la situación de arranque de los países comparados se diferencia notablemente del descalabro económico de los noventa que desarticuló el aparato productivo nacional, a pesar de lo cual la Argentina ha logrado recuperar mucho terreno también en el comercio internacional durante las gestiones Kirchner.
John Locke (1632-1704) sin ser un mercantilista clásico ya había señalado que un medio muy importante para alcanzar una posición de riqueza era importando menos artículos de los que se exportaban. Sin dejar de notar las limitaciones en términos de globalidad que estos planteos tienen, en el caso específico de la Argentina no hay más remedio que seguir este camino ante la intensa necesidad que tenemos de disponer de divisas norteamericanas y europeas para enfrentar el pago de una deuda que el actual gobierno heredó de las administraciones anteriores forzando por lo tanto al país a mantener el superávit comercial.
Es necesario considerar cuales fueron las políticas que permitieron mejorar tan notablemente las exportaciones del país. Es indudable que un factor beneficioso está dado por el alto precio de las materias primas a lo largo de estos años. Sin embargo los precios de los commodities en esta última década encuentran equivalentes en los años de mediados de la década pasada. Entre 1995 y 1998 se podían obtener muy buenos precio en el mercado internacional de aceites y cereales. En el caso del trigo duro en los años 1995-98 los precios oscilaron entre los 150 US$ hasta los 300 US$ por tonelada. Para la soja de precios promedios en esos años de 250 a 300 US$ se llegó hasta máximos de 500 US$ por tonelada, mientras el maíz cotizaba en el año 1998 a 310 US$ por tonelada. Por tanto la infame y banal idea “del viento de cola” no pondera la importancia de la tasa de cambio como determinante de la estructura de costos y de la tasa de la renta, uno de los más sólidos argumentos para defender la política de retenciones del actual gobierno.
Otro aspecto determinante para explicar el aumento de las exportaciones está dado por las políticas bilaterales y multilaterales de la Argentina con diversos socios comerciales, por ejemplo por las facilidades dadas al comercio con Venezuela y con los países del MERCOSUR lo cual ha permitido exportar incluso bienes durables como equipos de radioterapia de medicina nuclear, automóviles y maquinarias agrícolas a estos mercados incorporando valor agregado a las exportaciones. La política de integración del bloque regional y la intensa cooperación establecida con los países más progresistas del continente ha mejorado además las posibilidades de inserción de los productos Argentinos enmarcados en las buenas relaciones y los acuerdos entre los gobiernos.
La otra dimensión absolutamente determinante es la capacidad que ha tenido el gobierno de manejar la tasa de cambio en función de los intereses económicos nacionales y no dependiendo de las decisiones del mercado o de los organismos internacionales. Solo un estado en proceso de consolidación pudo haber resistido los intentos de corridas cambiarias y devaluaciones inducidas por oscuros intereses antipopulares que han intentado en más de una ocasión en estos años acorralar al gobierno. Ese compromiso de mantener una flotación sucia pensada en función de los intereses comerciales nacionales y no de los especuladores y acreedores internacionales, ha sido otro de los logros de la gestión de Nestor y Cristina Kirchner.
Además el gobierno ha logrado algunos triunfos legales internacionales notables como por ejemplo contra la empresa Monsanto que pretendió en 2005 y en otras ocasiones incautar y cobrar regalías sobre la soja RR exportada por nuestro país y que sin embargo esa operación fue desbaratada por acciones legales combinadas del sector público y privado nacional ante tribunales internacionales, protegiendo nuestro comercio exterior.
Otro aspecto loable de la política comercial ha sido la protección del trabajo Argentino y las conflictivas restricciones aduaneras que se implementaron, demostrando un compromiso a veces áspero y polémico, pero claramente orientado a proteger la producción nacional y las fuentes de trabajo del país, logrando que en lo peor de la crisis internacional en la que la desocupación hiciera estragos en Europa y Estados Unidos en nuestro país el aumento ha sido de poco más de un punto, uno de los más bajos de todo el mundo de acuerdo con el último informe de la O.I.T. La ley de electrónicos de Tierra del Fuego, la coordinación con el programa pro-tejer, la introducción de licencias no automáticas sobre todo desde 2008, la protección en materia de calzado y equipamiento para el hogar, son solo algunos ejemplos polémicos y controvertidos pero que marcan una clara coherencia en las políticas macroeconómicas en materia de comercio exterior y defensa del trabajo y la producción nacional.
Por último mencionaremos que se ha logrado mejorar la diversificación de mercados con la inserción de manufacturas de origen industrial que en 2004 ya marcaban un récord de recuperación con 9.400.000.000 US$ y un notable aumento de pequeñas y medianas empresas que logran colocar sus productos en mercados extranjeros en algunos casos por primera vez. Entre 2002 y 2005 el número de Pymes exportadoras creció casi un 30 %, en 2006 ya eran 9.900 empresas pequeñas y medianas que exportaban y en 2008 tuvieron un crecimiento del 6,1%. Indudablemente queda mucho camino por andar, por ejemplo en el aumento de las exportaciones de manufacturas de origen industrial y el peso que aún tienen los complejos oleaginosos, cerealeros, ganaderos, fruti hortícola, forestal y vitivinícola que representan un elevado 50 % de las exportaciones que acaso deba con el tiempo ceder una mayor proporción a los bienes industriales. Es deseable pensar en una mayor proporción de exportaciones por parte de industrias nacionales con alto desarrollo tecnológico como en el caso del INVAP, algo que lleva muchos años de desarrollo y varios gobiernos trabajando en forma coherente y consecutiva con las mismas finalidades. El actual gobierno trabaja en la dirección correcta y apuesta fuertemente a un integración regional muy dinámica, nótese por ejemplo que entre 1971 y 1999 o sea en 28 años se firmaron menos de ochenta tratados y convenios con Venezuela, mientras que en los gobiernos K se llevan firmados más de ciento cincuenta convenios y acuerdos en apenas 6 años. Habrá ríspideces, conflictos, debates y es esperable que ello ocurra cuando un gobierno defiende su interés nacional incluso contra analistas y periodistas que alguna vez se creían progresistas que denuncian las prácticas restrictivas de su propio país, perjudicando la producción nacional y a los trabajadores argentinos pero nada dicen de las prácticas restrictivas e irregulares de los países extranjeros ni de los poderosos países desarrollados, considerando qué lo prioritario para ellos y para los monopolios que defienden es desacreditar al gobierno nacional sin importarles que en el proceso le entregan argumentos a los competidores extranjeros sobre los que no mencionan o acallan sus faltas e irregularidades.