jueves, 25 de septiembre de 2008

Ahorro e Inversiones: de la recesión al crecimiento

Por Roberto Hilson Foot
A lo largo de estos cinco años, desde el 2003, una de las impugnaciones más virulentas y frecuentes al regulacionismo heterodoxo de la economía K ha provenido de los economistas apriorísticos partidarios del librecambio, conocidos como neoliberales. En general, estos teo-economistas demandan la necesidad de lo que llaman "la previsibilidad para las inversiones", que debe entenderse en realidad como garantía de una alta tasa de ganancia e impunidad para el capital, basado en la premisa de un estado que proteja los intereses capitalistas en detrimento de los de los trabajadores. Con un trasfondo filosófico en G. Leibniz -aunque muchos de ellos lo ignoren-, son partidarios de la idea de un orden natural que sería, según ellos, el mejor de los órdenes posibles, al cual debemos adscribir para lograr mediante el libre juego de la oferta y demanda una asignación óptima de los recursos; cualquier desviación de este mecanismo nos arrastra en dirección a la subutilización de nuestro potencial. No importa la interminable cantidad de veces que estos postulados hayan mostrado ser erróneos, los fundamentalistas se aferran a ellos como a un ancla, hundiendo a toda economía donde apliquen sus dogmas. Tampoco parece conmoverlos la crisis del sujeto moderno optimizador de beneficios, ni la deconstrucción de las hipótesis antropológicas sobre la que han fundamentado sus teorías ni siquiera las desastrosas consecuencias de sus políticas y recomendaciones, que sumergieron a la Argentina en la peor crisis económica y social de su historia. Este fundamentalismo que esconde la defensa de intereses sectoriales minoritarios en detrimento de los intereses populares, no es conmovido ni siquiera por la evidencia de un activo rol del Estado en los procesos de desarrollo capitalistas de los países del sudeste de Asia.

Uno de los capítulos predilectos en sus profecías es aquel referido a las inversiones, para las que demandan impunidad y alta rentabilidad, bajo los eufemismos de "seguridad jurídica" y "previsibilidad". En realidad un inversor sólo podrá tomar en serio un mercado cuando deba comprometerse con el destino de sus inversiones, allí donde encuentre condiciones estables y exigentes para sus inversiones basados en gobiernos financieramente sólidos y políticamente comprometidos con el crecimiento. Por el contrario, en los entornos laxos y mal regulados, tan típicos de los países subdesarrollados, el inversor tenderá a forzar reglas y pretender ganancias extraordinarias con poco esfuerzo y en tiempos poco menos que instantáneos, a expensas de la sustentabilidad y continuidad de los proyectos y de esas economías. Bajo la excusa de atraer capitales, con un “clima de negocios propicio”, garantizando las inversiones, se ha permitido todo tipo de abuso con tasas desorbitantes de ganancias y regulaciones poco menos que inexistentes, como las que surgieron a raíz de las privatizaciones de la década del noventa.

A pesar de las permanentes visiones negativas, basadas en supuestas sabidurías, que si en algo han sido sistemáticas es en equivocar permanentemente los pronósticos, desde el año 2003 se ha producido un crecimiento extraordinario tanto de la inversión como del P.B.I. Con la recesión de 1998-2002, la tasa de inversiones cayó de un 16,2% en el año 2000, a un desesperante 12,0% en el 2002. El año 2007 cerró con una tasa de inversión del 24,3%, lo cual significa haber duplicado la inversión en apenas cinco años.

Contra los pronósticos apocalípticos, la economía se ha mantenido con altas tasas de crecimiento, basados entre otros factores en el aumento de la inversión reflejado en el gráfico.

Este nivel de inversiones, tomado como % del P.B.I., está más basado en el ahorro interno, que en el endeudamiento externo generador de deuda externa, o de la I.E.D. que demanda generar excedentes en monedas extranjeras para poder repagar. A lo largo del año 2008 se notó un primer trimestre de alto crecimiento, pero a raíz de la posición violenta e intolerante de las cuatro entidades sojeras la tasa de inversión y crecimiento parece haber disminuido, aunque menos de lo profetizado por los dogmáticos operadores de los intereses concentrados. De todas formas, de acuerdo al Centro de Estudios Económicos de la consultora Orlando J. Ferreres y Asociados, por el crecimiento interanual se alcanza en esta primera mitad del año una inversión equivalente al 23% del P.B.I. La Presidenta se hizo eco de estos números y consideró que hubo un aumento significativo de las inversiones en relación con los valores de 2007. Decía con razón Thomas Munn en 1621 que los verdaderos guardianes del tesoro de un país son la laboriosidad para incrementarlo y la frugalidad para conservarlo. Deberemos durante muchos años basar nuestro desarrollo en el ahorro interno, poniendo fin al ciclo basado en el endeudamiento externo o en políticas desarrollistas incapaces de defender la producción nacional. En este primer semestre de 2008 la gran mayoría de las empresas han registrado una alta rentabilidad y producción, con Y.P.F. reportando utilidades por 2.254.000.000$, Tenaris declarando 1.460.500.000$, Ternium-Sidor 1.013.400.000$, Telecom 613.000.000$, Petrobras 589.000.000$, Banco Macro 312.596.000$, Acindar 256.913.564$, Molinos 174.587.000$ y con una industria automotriz produciendo 286.346 vehículos, lo que representa un 23% más que en 2007, podemos anticipar, contra los vaticinios desfavorables, otro año de crecimiento económico. No debemos tentar ni permitir que los capitales especulativos hagan de la Argentina un lugar de operaciones financieras de corto plazo, las cuales producen una alta inestabilidad. El gobierno nacional ha dado a los capitalistas la mejor de las señales posibles: un compromiso fuerte con el crecimiento sostenido; además, lo ha logrado pues llevamos cinco años de crecimiento del producto bruto, con incremento tanto de las exportaciones como de la demanda interna. A los graves errores cometidos durante las gestiones económicas entre los años 1998 y 2002, durante las cuales se tomaron medidas pro-cíclicas que profundizaron la recesión, se opuso sistemáticamente y con éxito medidas anticíclicas durante el período 2002-2008. Ya hace más de medio siglo que J. M. Keynes había analizado que en una economía sumida en la recesión y el desempleo, las fuerzas del mercado no operan automáticamente para reestablecer plenamente la utilización de los recursos y mucho menos si el Estado toma medidas como reducir salarios o recortar el gasto público, restringiendo la demanda agregada, similares a las que se tomaron durante los gobiernos de Carlos S.Menem y Fernando de la Rúa. Ya Raúl Prebisch había advertido acerca del uso del excedente no regulado por el Estado en países periféricos, que se convierte en consumo suntuario y altas importaciones de bienes de consumo, impidiendo una acumulación de capital volcada al crecimiento. Ante esto, debemos respaldar una política de altos impuestos, un Estado que apoye a los trabajadores en la puja distributiva generaradora de demanda agregada, pero promoviendo a su vez la inversión en tecnología y economías de escala que aumenten la productividad. En los albores de la ciencia económica, Thomas Munn (1571-1641) clasificaba a la riqueza en dos clases: una, la riqueza natural que procede del territorio mismo (hoy lo llamaríamos primario) y la otra, artificial, dependiente de la laboriosidad de los habitantes, el comercio y la industria y la cual podría exportarse aumentando los mercados y las ventajas de la escala, lo cual implica lograr exportaciones con mayor valor agregado. La actual tasa de inversión se sustenta, en buena medida, en el ahorro nacional y allí, una vez más, debe resaltarse la excepcionalidad del período actual, pues mientras América Latina no lograba como promedio regional en los años 80 y 90 llegar al 20% del P.B.I., la Argentina ha registrado una tasa de ahorro creciente, desde el 12,6% de 2001 al 24,3% en 2005 y nada menos que el 27,3% del 2007, acercándonos al 29-30% de los países del sudeste de Asia.

Resta un capítulo donde podamos discutir la calidad de las inversiones, donde ante la ausencia de una burguesía industrial dominante, el Estado debe tener un rol muy activo incidiendo sobre los bancos y las tasas de interés, encarando políticas para enfrentar la inversión insuficiente en transporte y generación de energía y el desarrollo de tecnologías asociadas a los nuevos paradigmas de crecimiento sostenible. Son muchos los problemas que se enfrentan, pero pocas veces en nuestra historia hemos contado con un gobierno tan responsable en el manejo de las cuentas públicas como el actual, que ha logrado altos niveles de ahorro, inversión y crecimiento, con una inédita autonomía relativa del Estado, logros que deben ser protegidos, pues sin ellos el estado no puede ser una herramienta de crecimiento. Fomentemos el ahorro interno, continuemos con la política de des-endeudamiento, solamente un estado soberano puede garantizar la consolidación de la mejora en el nivel de vida del pueblo. Solamente un Estado soberano puede enfrentar los desafíos de la globalización con mayor margen de negociación y determinación de sus prioridades, determinables por medio de la participación política y la democracia. Hay, como siempre, aspectos a corregir y mejorar pero no perdamos de vista los logros que se han conseguido con el enorme esfuerzo del pueblo.

1 comentario:

charosca dijo...

Muy bueno el artículo. Thomas Munn creo que va con una sola N. No sé cual es la situación actual en la Argentina, pero algo que me parece muy importante a tener en cuenta para mantener la estabilidad de un país (y la confiabilidad en él) es que el banco central sea muy independiente del gobierno y que vele por los intereses del país a largo plazo, y no por los intereses de proyectos políticos personales a corto plazo, mediante la emisión de moneda acorde con el valor agregado real generado, proporcionando bajas tasas de inflación positiva, acordes con las tasas de crecimiento previstas. Creo que esto además da más sentido las intervenciones en materia de precios, por ejemplo de la energía doméstica.